Infancia con aroma de café

Atardecía, la lluvia amenazaba con vientos leves que hacían que las hojas de las plantas se movieran lentamente. Se me antoja quedarme a disfrutar éste momento y aprovecho para preparar mi bebida favorita. Mientras espero, el aroma que inunda mis sentidos, hace que mis pensamientos evoquen mi infancia. Una Infancia con Aroma de café

 

Tenía tal vez ocho años, mi padre administraba una finca cafetalera, que pertenecía a un tío. (Hermano de mi madre). Por lo tanto, en cada época de vacaciones, nos invitaban a pasarlas en la finca.

 

Era todo un ritual. Los adultos se movían comprando muchas cosas, costales nuevos, herramientas para el campo, material de aseo, comestibles, cosas que vendían. Y muchas cosas más. Llegó la hora de la aventura. En un camión de redilas, acomodaban, primero las  cajas grandes, luego las medianas y por último las chicas. Después, uno a uno, nos subían a nosotros, éramos 10 niños. Todos entre 11 y 6 años más o menos.

 

 

 

El viaje era de dos horas, entre nosotros habían adultos que trataban de ponernos quietos en el transcurso del viaje. Mientras subíamos a la finca, disfrutábamos el hermoso paisaje, arroyos, piedras, árboles y todo lo agregado, la incomodidad del viaje no se siente, cuando disfrutas el recorrido y conforme avanzas hacia la montaña todo se va transformando, parece que las aves te dan la bienvenida, el viento te acaricia y la naturaleza te recibe con todo su encanto.

 

Llegar a la finca es todo una ilusión, los primeros en bajar, somos nosotros, uno por uno, brincos por acá, brincos por allá, gritos de alegría, corremos como conejos, dando saltos por todos lados y haciendo poco caso a los gritos ¡Cuiden a los más pequeños!

 

Las vacaciones eran en dos épocas del año. Las de mayo y las de noviembre.  Dos etapas distintas para las plantas del café. En mayo disfrutamos la floración y en noviembre la cosecha.

 

En mayo, época de lluvias, los arroyos crecen y para nosotros eso era todo un reto, cruzarlo caminando sobre las piedras y evitar caerte. Pobre de ti si eso sucedía, además de las burlas, la mojada con agua fría no era nada agradable, pero era muy divertido, cruzando el arroyo, tomábamos el camino para subir una montañita y llegar al cafetal, las plantas cubiertas con su ramo de flores blancas hacían el viaje más placentero, ahí jugábamos, a las escondidas, las agarradas, a que no me alcanzas y tirar piedras pequeñas al arroyo, el hambre nos hacía volver. A bañarte, cambiarte de ropa y a comer, cerca del comal, tortillas oliendo al humo de de las leñas, aguas de naranja, comemos y a dormir la siesta.

 

 

Antes de anochecer, otra aventura, ahora ya no salimos lejos, nos quedamos cerca de la casa grande, nos sentamos en círculo, jugamos a hora, a las, adivinanzas, a la botella, a cafetear, después jugamos a la naranja dulce, a Doña blanca, a la víbora de la mar, y seguimos y seguimos hasta que nos llaman a cenar. Ahora, tomamos café, no hay tortillas, hay café con galletas de animalitos, o si quieres una quesadilla, un bolillo, o lo que quieras.

 

El aroma de café recién colocado nos llega antes de que nos llamen a cenar. Yo no sé si a los demás niños les gustaba o no. A mi, en lo personal, siempre me invadía hasta lo más profundo de mis sentidos. El aroma de café. El aroma a tierra mojada. El aroma del humo de la leña, han sido mis compañeros y han marcado mi vida. Entre juegos, risas, mojadas, y llamadas de atención, las vacaciones se terminan. Nos subimos al camión ahora con otro tipo de carga. Costales llenos de café, flores, naranjas, mandarinas, limones y  no se qué cosas más. A regresar a clases y a esperar las próximas vacaciones.

 

El tiempo  pasó volando y ahora estamos preparando un nuevo viaje. Otra época, vacaciones de fin de año. La cosecha de café, diferente preparativos. Los adultos con más trabajo, más gente, otro camión con mujeres y niños además de los hombres. Canastas. Al llegar se organizan, por familias, se van a unas casas pequeñas, y los solteros, se van a quedar en una galera muy grande acondicionada como dormitorios. Tienen una cocina y un comedor. Y muy cerca de ahí, unos patios muy grandes, de cemento que parecen canchas de basquetbol pero que sirve para poner  a secar el café.

 

Por las mañanas, muy temprano, todos los que llegaron suben a cortar el café y lo ponen en las canastas que venían en el camión. Cuando nosotros llegamos a los plantíos de café, “ayudamos” a cortar la fruta y ponemos a su canasta. Es muy divertido porque los trabajadores no hablan español, son indígenas, pero creo que se divierten con nosotros, porque se ríen y nos sonríen. Nos dice. [SIC] Fusilabi eue quiere decir ¿Cómo te llamas?

 

El trabajo es: llenas tu canasta y la llevas con un señor que es muy enojón, le anotan algunas cosas y suben de nuevo. Cuando atardecía, ya cansados y hambrientos los solteros se acercaban al comedor y les servían, frijoles, tortillas recién hechas a mano y una taza de café colado. Ahora otra vez. El aroma de café se mezcla con el humo de la leña.

 

De pronto me sobresalto con un trueno, y eso me regresa al presente. Al aquí y al ahora. Mi olfato me avisa que mi bebida favorita me está esperando. Hoy a mis 71 años, este viaje al pasado me hace reflexionar y agradecer a la Pacha Mama todas las bendiciones que he recibido.

El aroma de café

El aroma a tierra mojada

El aroma del humo de los leños.

Agua.

Tierra. 

Aire.

Y Fuego. 

Los cuatro elementos en armonía en mi andar.

FIN

 

 

 

Epilogo

–  Si bien los niños en el mundo del cultivo han sufrido las carencias terribles de la libertad humana, la convivencia en las cosechas son parte de su vida familiar. La infancia llena nuestra existencia con experiencias únicas que definen lo que seremos. Infancia con aroma de café nos cuenta como la niñez se forma con lo que está a su alrededor y como los pequeños que visitan las plantaciones disfrutan como niños felices y plenos una vida en libertad con la naturaleza, experiencias que los marcan para siempre. Los tiempos han cambiado, en las plantaciones se ha procurado mejorar las condiciones a la infancia, si bien para las familias que viven en las cosechas esta libertad en la naturaleza es su cotidianidad, aún falta mucho por hacer, hasta entonces, los niños siempre serán niños, felices mientras cuenten con el calor y abrazo de su familia –

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Guadalupe Uri Espinosa

Guadalupe Uri Espinosa

Amante de la naturaleza, la meditación y la energía universal.

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